Se exaltan pequeñas virtudes, se soslayan grandes defectos y misteriosamente se prefiere a unas personas sobre otras sin que tal preferencia pueda sostenerse con un razonamiento sólido.
Es decir, se comete una injusticia manifiesta (ya que se discrimina positivamente y a sabiendas a una persona a la que se pone por encima de las demás), y luego se encomia esa injusticia desde la religión y desde el arte.
Eso y no otra cosa es el amor pasional; es decir, una exaltación de la mezquindad, que sus protagonistas viven con orgullo y sus testigos con ternura y envidia.
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